Hugo Banzer Suárez
Presidente de la República (1971-1978, 1997-2001)
A diferencia de otros dictadores militares de América Latina, el general Hugo Banzer, autor del golpe de Estado de 1971 y presidente de un Gobierno de facto de extrema derecha que duró hasta su derrocamiento en otro cuartelazo en 1978, no sólo esquivó el procesamiento por violaciones de los Derechos Humanos, sino que supo reciclarse y hacerse con un espacio muy conspicuo en la nueva era de la democracia civil en Bolivia. Al frente de su Acción Democrática Nacionalista (ADN), un potente partido conservador, intentó una y otra vez retornar a la Presidencia con legitimidad electoral, consiguiéndolo al sexto intento en 1997. En sus cuatro años de ejercicio, Banzer dispuso el desarraigo de las plantaciones de coca y unas medidas económicas de ajuste liberal que concitaron un airado rechazo popular. Un cáncer incurable le obligó a renunciar en agosto de 2001, faltándole un año para concluir su mandato constitucional; meses después, Banzer falleció a los 75 años de edad.
1. Un alto oficial involucrado en conspiraciones golpistas
2. La experiencia dictatorial del Gobierno de facto
3. Determinación de regresar a la Presidencia por la vía democrática
4. Las dificultades del Gobierno constitucional
5. Un mandato truncado por una enfermedad mortal
1. Un alto oficial involucrado en conspiraciones golpistas
Perteneciente a una familia acomodada de origen alemán —su abuelo paterno, Georg Banzer, un oficial del Ejército del Káiser, emigró al país andino desde la ciudad sajona de Onsnabruck a finales del siglo XIX—, inició los estudios en su Concepción natal y luego en el colegio-seminario de primaria Obispo Ovidio Santisteban y en el colegio de secundaria Nacional Florida, en Santa Cruz, a donde fue a vivir con su madre y sus dos hermanos mientras el padre se quedó al cuidado de la hacienda propiedad de la familia.
En el segundo año de secundaria se decantó por la carrera de mílite, decisión que, según indican algunas fuentes, estuvo motivada por la visita a Concepción en 1937 del coronel Germán Busch Becerra, el presidente de la junta militar entonces gobernante, quien recomendó al maestro del muchacho su ingreso en el Ejército porque le veía madera de oficial. Así, con 14 años, Banzer fue aceptado como pensionado en el Colegio Militar de La Paz. El joven se benefició de varias becas y realizó una destacada carrera castrense en los principales institutos armados de Bolivia: la Escuela de Aplicación de Armas, la Escuela de Comando y Estado Mayor, y la Escuela de Altos Estudios Militares. A lo largo de su formación como oficial fue seleccionado para tomar clases en centros de Argentina, Brasil y Estados Unidos, incluidas la Escuela de Caballería Acorazada de Fort Hood, Texas, y la célebre Escuela de Las Américas, en la Zona del Canal de Panamá, donde completó con honores su especialización en tácticas de lucha antiguerrillera.
En 1952, siendo teniente del arma de Caballería y jefe del departamento de Blindados de la Escuela de Comando y Estado Mayor de La Paz, superó las purgas de mandos militares desatadas por el Gobierno Revolucionario de Víctor Paz Estenssoro, quien deseaba desembarazarse de oficiales sospechosos de actitudes reaccionarias y por ende potencialmente sediciosos. En 1961, con 35 años, alcanzó el grado de coronel y en 1963 sirvió brevemente como agregado militar en la Embajada boliviana en Washington. Durante la dictadura del general René Barrientos Ortuño, amigo personal desde la juventud, sirvió de ministro de Educación y Cultura, su primera experiencia en la gestión gubernamental, entre 1964 y 1966, y posteriormente de agregado militar en la embajada en Buenos Aires, de 1967 a 1969. A iniciativa del Gobierno militar del general Alfredo Ovando Candía, entre 1969 y 1971 dirigió la Academia Militar y en 1970 el Colegio Militar Coronel Gualberto Villarroel. Asimismo, estableció la unidad rural de los ranger para combatir la insurgencia armada.
Al igual que otros oficiales que le precedieron con propósitos pretendidamente regeneracionistas, a Banzer le tentó la conquista del poder por medios inconstitucionales. Estuvo en la efímera junta militar del 7 de octubre de 1970, que fue desplazada a las seis horas de constituirse por un contragolpe del general izquierdista Juan José Torres González, y el 10 de enero de 1971, siendo teniente coronel (luego alcanzaría el rango de general de fuerza, máximo del escalafón militar boliviano), encabezó desde la Academia Militar una tentativa de toma del Estado Mayor del Ejército que acabó en fracaso. Asilado en la embajada de Argentina, consiguió huir a este país, donde no obstante siguió conspirando contra Torres junto con exiliados políticos civiles.
2. La experiencia dictatorial del Gobierno de facto
El 18 de agosto de 1971 Banzer entró clandestinamente en Bolivia, pero fue tomado preso en Santa Cruz y conducido en avión al cuartel de Carabineros de La Paz. Al día siguiente estalló en la primera ciudad una sedición de sus partidarios autocalificada de "revolucionaria", mientras que en la capital los rebeldes le proclamaron presidente de la República. El 21 se constituyó una Junta Militar de Gobierno de tres miembros: el coronel Andrés Sélich Chop, el general Jaime Florentino Mendieta Vargas y el propio Banzer. Una jornada más tarde, la junta delegó la Presidencia de la República con plenos poderes a quien era el verdadero cerebro y líder del movimiento golpista, más allá de las apariencias de una revuelta popular espontánea que aclamaba a Banzer como el único paladín patriótico capaz de salvar a Bolivia de las políticas de Torres. Los enfrentamientos con los militantes de izquierda dejaron un centenar de muertos en las dos ciudades. La insurrección cruceña, que hacía el golpe de Estado número 187 en los 146 años de la turbulenta historia de la República, fue bien recibida por el Gobierno de Estados Unidos, al que la política nacionalista y estatalizadora de Torres había causado alarma.
Dicho sea de paso, muy poco después de apropiarse el general del poder falleció el mayor de sus dos hijos varones, Boris, en un accidente fortuito con arma de fuego. En cuanto al segundo de los chicos, Martín, iba a correr años después la misma funesta suerte al perecer en un accidente de tráfico en Estados Unidos. Tras estos dolorosos infortunios, a Banzer le quedaron tres hijas, Patricia, Ilonka y Erica, como resultado de su matrimonio con la señora Yolanda Prada. Dos décadas después se dio a conocer un sexto hijo, Hugo, que era el fruto de una relación extramatrimonial mantenida a finales de los años setenta con María Isabel Donoso, aspirante a Miss Bolivia en 1970.
Tras ilegalizar los partidos de izquierda, suspender la Central Obrera Boliviana (COB), liderada por Juan Lechín Oquendo, y clausurar las universidades, Banzer trató de recubrir su régimen autoritario con un barniz legal y partidista. Los apoyos políticos le vinieron del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR, derecha moderada) del ex presidente Paz Estenssoro y la Falange Socialista Boliviana (FSB, ultraderecha) de Mario Gutiérrez Gutiérrez, con los que formó el Frente Popular Nacionalista (FPN). Gutiérrez, a la postre, fue nombrado ministro de Asuntos Exteriores por Banzer en 1972, una decisión que causó extrañeza por cuanto que cabía esperar la confianza de un puesto tan importante en términos de imagen exterior a una personalidad con un perfil poco ideologizado. La persecución de las numerosas fuerzas opositoras, algunas lanzadas a la subversión armada, fue una constante en todo el período, y el 23 de noviembre de 1972 el dictador declaró el estado de sitio para contener las huelgas laborales. Por otro lado, proliferaron los complots y pronunciamientos golpistas de oficiales presuntamente constitucionalistas de las Fuerzas Armadas.
Particular turbación causó la atribuida conspiración del coronel Sélich, miembro de la Junta y luego brutal ministro del Interior hasta diciembre de 1971, cuando fue destituido por Banzer sin mediar explicación, aunque los observadores destacaron que los excesos represivos del ministro comprometían al presidente. Separado del Ejército en mayo de 1972, doce meses más tarde, después de entrar clandestinamente en Bolivia desde Argentina, Sélich fue detenido y golpeado hasta la muerte en un interrogatorio dirigido por sus antiguos subordinados. El Gobierno primero divulgó una versión espuria de los hechos, pero a los pocos días, con asombrosa franqueza —o cinismo—, contó lo que en realidad le había sucedido al coronel con pelos y señales.
A partir de 1973, los propios integrantes del FPN se pasaron al campo opositor tras acusar a Banzer de intentar institucionalizar una dictadura personalista. El MNR abandonó el Gobierno en el mes de diciembre y la FSB se acercó a los elementos conspirativos, siempre al acecho, del Ejército, con lo que el 9 de noviembre de 1974 Banzer anunció un gobierno exclusivamente militar y declaró en receso a los partidos y los sindicatos. En estas circunstancias, las prometidas elecciones generales fueron sucesivamente pospuestas.
Asimismo, proliferaron las acusaciones exteriores, como las hechas por el Tribunal Russell de Roma, de una vulneración flagrante de los Derechos Humanos, denunciándose numerosos casos de torturas, detenciones extrajudiciales y desplazamientos forzosos de comunidades indígenas. Desde el público reconocimiento de la tortura y el asesinato de Sélich, Banzer no tuvo argumentos para contrarrestar esas imputaciones. Hasta el final del Gobierno de facto, no menos de 35.000 bolivianos, entre arrestados y exiliados, sufrieron las represalias del poder. De entre ellos, alrededor de 500 fueron muertos o hechos desaparecer. En la negativa imagen internacional de la primera administración banzerista pesó el hecho de que las preocupaciones del Gobierno demócrata de Jimmy Carter sobre la situación de los Derechos Humanos en los países de la influencia estadounidense alcanzaran particularmente a Bolivia, no obstante el anticomunismo profesado por el régimen.
Su fuerte impronta derechista acercó a Banzer a otras dictaduras de la región, en especial la brasileña, limitado marco exterior que apenas permitió aliviar el aislamiento internacional de Bolivia. Incluso las relaciones con Chile, que se habían reanudado el 8 de febrero de 1975 tras trece años de ruptura con motivo de la visita del general Augusto Pinochet —con quien Banzer intercambió en la localidad fronteriza de Charaña un afectuoso abrazo— y que dieron lugar a la participación de Bolivia en la tenebrosa Operación Cóndor, volvieron a quebrarse el 17 de marzo de 1978. La citada Operación consistía en un dispositivo transnacional, también participado por las dictaduras argentina, uruguaya y paraguaya, para combatir mediante el terrorismo de Estado a las respectivas oposiciones de izquierda. Cuando en junio de 1976 cayó asesinado en Buenos Aires el ex presidente Torres, la oposición boliviana acusó a los servicios de inteligencia de Banzer de pergeñar el atentado en connivencia con la junta golpista del general Jorge Rafael Videla.
Por lo que se refiere a la economía, Banzer no se apartó del modelo estatista y desarrollista entonces en boga en la región, pero achicando el proteccionismo con la apertura a la inversión extranjera. Esta liberalización selectiva, más los altos precios de las materias primas energéticas y minerales que Bolivia exportaba —gas, estaño, cinc, tungsteno— en los mercados mundiales, permitieron al país registrar una tasa media de crecimiento superior al 5% del PIB hasta 1976, año en que la economía comenzó a declinar por una planificación errónea de la capacidad de exportación petrolera y la disminución de las capacidades financieras. Mientras duró la bonanza, Banzer recurrió sistemáticamente al crédito de la banca privada internacional, haciendo que el país se endeudara a un ritmo mucho mayor de lo que crecía la economía. En 1978 los compromisos financieros de Bolivia representaban el 94% del PIB.
El 9 de noviembre de 1977 Banzer, presionado desde todas partes, anunció elecciones generales, las primeras en 12 años, para el 9 de julio de 1978. El general optó por no presentarse y la candidatura oficialista recayó en su principal lugarteniente, el general Juan Pereda Asbún, quien se postuló al frente de la Unión Nacionalista del Pueblo (UNP), plataforma política creada para la ocasión. Tras la anulación por la autoridad electoral, ante el evidente fraude, del escrutinio que le situaba en cabeza, el 21 de julio Asbún se hizo con el poder y destituyó a Banzer, que durante unos meses se mantuvo apartado de la política doméstica ejerciendo el cargo diplomático de embajador en Buenos Aires. El más largo gobierno de facto en la historia de Bolivia terminó de la misma manera deshonrosa con que había principiado: a través del golpe de Estado.
3. Determinación de regresar a la Presidencia por la vía democrática
En el período comprendido entre 1979 y 1982, extraordinariamente agitado por los numerosos golpes de Estado y procesos electorales truncados, Banzer se mantuvo en el primer plano de la actualidad, aunque ya exclusivamente como político y sin uniforme. El 23 de marzo de 1979, una vez derrocado Asbún por el general Juan Padilla Arancibia y anunciadas nuevas elecciones por el Ejército, Banzer fundó y se convirtió en jefe nacional de la Acción Democrática Nacionalista (ADN), un partido de declarado ideario socialcristiano y que ocupó el nicho ideológico vacante de la derecha en el sistema boliviano de partidos.
Banzer se presentó a las frustradas elecciones presidenciales del 1 de julio de 1979, en las que con el 12,9% de los votos quedó tercero tras los ex mandatarios Hernán Siles Zuazo y Paz Estenssoro, y del 29 de junio de 1980, que le dejaron en idéntica posición con el 16,8%. En la primera ocasión, la pertinaz abstención de los 22 diputados banzeristas en los intentos de investir un presidente por el Congreso luego de no alcanzar ningún candidato la mayoría absoluta de votos en la elección directa resultó decisiva para que los partidos tuvieran que nombrar un presidente interino, en la persona del presidente del Senado, Wálter Guevara Arze, y repetir el proceso el año siguiente.
También en 1979 Banzer fue sometido a una investigación parlamentaria por la violación de las garantías constitucionales del individuo durante su ejecutoria presidencial, incriminación que al parecer figuró entre las motivaciones que le impulsaron a crear su propia fuerza política. De todas maneras, esta iniciativa de sus detractores no prosperó, y el general quedó exonerado de toda responsabilidad en 1980. La junta militar del general Luis García Meza, que rigió entre julio de 1980 y agosto de 1981, y que en un principio fue considerada la heredera política del régimen banzerista, aún le implicó en una intentona golpista en marzo de 1981, viéndose obligado a permanecer en Buenos Aires durante unos meses. Banzer acusó a García Meza, dictador particularmente corrupto y violento, de intentar acabar con su vida, y tras la definitiva instauración del orden constitucional en octubre de 1982, no desistió de retornar al poder por la vía democrática. Entre tanto, disfrutaba de una posición económica desahogada con los ingresos que le generaba su explotación ganadera en la localidad de San Javier, a 240 km de Santa Cruz.
Gracias a sus promesas de meter en cintura a los belicosos sindicatos mineros, que estaban paralizando el país a golpe de huelgas y agitaciones, y de enderezar una economía en estado de catástrofe a través de una "rápida intervención quirúrgica, sin anestesia", Banzer fue el candidato más votado, con el 28,5% de los sufragios, en las elecciones del 14 de julio de 1985, aventajando a Paz Estenssoro, que ofrecía un programa similar pero con un regusto menos derechista. Ahora bien, la coalición formada por el Movimiento Nacional Revolucionario de Izquierda (MNRI) del presidente saliente Siles Zuazo, el MNR de Paz Estenssoro y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR, socialdemócrata) de Jaime Paz Zamora, tercero en la lid electoral, le sustrajo casi alevosamente su elección, el 5 de agosto, por el Congreso, que designó presidente a Paz Estenssoro. Todos los líderes citados tenían vivo aún el recuerdo de las sevicias infligidas por las últimas dictaduras militares, las cuales, justa o injustamente, representaba Banzer, que le costó mucho dejar de ser un apestado político no obstante gozar de un incontestable apoyo popular. En la votación de investidura presidencial sólo votaron por Banzer los 51 congresistas de su propio partido.
Aunque tenía sobrados motivos para ejercer una oposición intransigente, Banzer ofreció la rama de olivo a Paz Estenssoro para facilitar su delicado plan de ajuste económico basado en el concepto de la Nueva Política Económica (NPE) y accedió a firmar con él, el 16 de octubre de 1985, un Pacto por la Democracia, que facilitó la gobernabilidad y ahorró al anciano estadista algunas de las insufribles tensiones políticas padecidas por Siles Zuazo. El Pacto se sostuvo hasta febrero de 1989, cuando Banzer prefirió aliarse con el Partido Demócrata Cristiano (PDC) de Luis Ossío Sanjinés para concurrir a las próximas elecciones generales. El jefe adenista imputó a los movimientistas la ruptura unilateral del Pacto.
En las presidenciales del 7 de mayo de 1989, Banzer cosechó el 22,7% de los votos y 5.800 papeletas menos que el candidato del oficialismo, Gonzalo Sánchez de Lozada, a quien sin embargo el Congreso hurtó la investidura al aliarse la ADN, que sumaba 42 congresistas, y el MIR para llevar a la Presidencia, el 5 de agosto, a Paz Zamora, de nuevo el tercero en las preferencias del electorado. En su cuarta apuesta presidencial Banzer tuvo como compañero de fórmula a Óscar Zamora Medinaceli, un ex guerrillero maoísta que había luchado contra él en los años del gobierno militar y que animaba el micropartido Frente Revolucionario de Izquierda (FRI). El antiguo dictador no vacilaba en dar pasos rebosantes de simbolismo para testimoniar su compromiso con la nueva era de pluralismo y libre competición electoral.
El 24 de agosto de 1989 el antiguo militante marxista y quien le había perseguido con saña en la década anterior sellaron su alianza, para muchos insólita y difícil de asimilar, con un Acuerdo Patriótico (AP) de largo alcance, el cual otorgaba a la ADN una decena de ministerios, incluidos los de Defensa, Finanzas y Asuntos Exteriores, en el Gobierno de coalición, y a Banzer su investidura por el Congreso la próxima vez que el sufragio universal no otorgara a un candidato presidencial la mayoría absoluta, viéndose por tanto obligado el poder legislativo a tomar cartas de nuevo. La primera ocasión para aplicar la segunda parte del AP se plantearía tras las elecciones de 1993. Banzer se reservó también la dirección del Consejo Político del AP (Copap), al tiempo que cedía de manera interina la jefatura orgánica del partido a Jorge Landívar Roca. En cuanto a su aliado electoral, el democristiano Ossío, recibió la Vicepresidencia de la República.
En los primeros meses de la Administración mirista-adenista, Banzer pareció ejercer un ascendiente limitado sobre las políticas gubernamentales no obstante poseer su partido los ministerios de proyección internacional, pero en 1990 y 1991 puso a Paz Zamora en más de una situación embarazosa, como cuando ordenó el inicio de diligencias contra jueces de la Corte Suprema cercanos al MNR mientras aquel se hallaba de viaje en el extranjero. Luego, para apaciguar las acusaciones de estar puenteando al jefe del Ejecutivo en asuntos de ámbito doméstico sobre los que no tenía competencia institucional, Banzer optó por dosificar sus apariciones públicas, por lo general destinadas a defender la viabilidad del AP ante los detractores de las decisiones del Gobierno.
En las elecciones del 6 de junio de 1993, Banzer, cabeza del AP cuatripartito, sólo alcanzó el 20% de los votos frente al 33,8% recibido por Sánchez de Lozada. Con su acceso a la Presidencia, el jefe emenerrista se desquitó de la maniobra bloqueadora de 1989, aunque Banzer facilitó su investidura al retirarse de la votación parlamentaria. En las legislativas, el AP sumó 43 congresistas, de los que 24 eran adenistas. Decididamente, los resultados electorales de 1993 fueron muy insatisfactorios para Banzer. A la espera de su oportunidad y no sin hacer algún anuncio de retirada de la contienda política que luego nunca plasmó, Banzer, primero, decidió de manera amistosa con Paz Zamora poner fin a la experiencia del AP, y, después, el 27 de enero de 1996, obtuvo de la Conferencia Nacional de la ADN la proclamación como candidato presidencial en las elecciones del año siguiente.
4. Las dificultades del Gobierno constitucional
Tras cinco intentos infructuosos, Banzer consiguió imponerse finalmente el 1 de junio de 1997 con el 22,3% sobre Juan Carlos Durán Saucedo por el MNR, Paz Zamora por el MIR y Remedios Loza Alvarado por Conciencia de Patria (Condepa). Esta vez se aseguró la victoria en la votación parlamentaria tras pactar el denominado Compromiso por Bolivia, el 4 de junio, con el MIR, el PDC, Condepa, la Nueva Fuerza Republicana (NFR) y la Unión Cívica Solidaridad (UCS), formaciones que, además de la FSB, el FRI y el Katarismo Nacionalista Democrático (KND), pasaron a integrar la llamada megacoalición de gobierno, la más amplia desde la restauración de la democracia.
El 5 de agosto de 2007 Banzer fue investido por el Congreso por 118 votos contra 30 y al día siguiente tomó posesión de la Presidencia de la República con un mandato quinquenal, en una ceremonia a la que asistieron seis presidentes de la zona. En su primer mensaje a la nación, el flamante mandatario subrayó su promesa de derrotar los embates de la pobreza, el narcotráfico y la corrupción, y si bien insistió en que crearía condiciones para imponer la justicia social en el país, no planteó programas concretos alternativos al modelo económico vigente desde 1985, es decir, el liberalismo. De manera un tanto imprecisa, aseguró que la acción de su gobierno iba a estar guiada por "el servicio al pueblo" y que él se iba a poner "del lado de los pobres desde el primer día". Igualmente, se describió a sí mismo como el "hombre de la concertación", comprometiéndose a alentar la firma de un "pacto social tripartito" por empresarios, trabajadores y Gobierno. Por lo demás, la oferta electoral adenista incidía en la erección de "cuatro pilares", a saber: "Oportunidad, Institucionalidad, Dignidad y Equidad".
La torna de Banzer, además de un premio a su tenacidad, constituyó un hecho inédito en Sudamérica, donde nunca antes un antiguo dictador militar había regresado al poder, tras un largo hiato desalojado del mismo, convertido en el jefe de un partido y por la vía democrática del voto popular. Su éxito radicó, ciertamente, en la promesa de luchar contra la pobreza y las deficiencias de los servicios sociales, olvidados tras varios años de políticas económicas liberales. Por otro lado, su ideario tradicional de orden, estabilidad, trabajo y familia resultaba atractivo tanto al campesinado conservador como a las clases medias y altas urbanas.
Sin embargo, su Administración enfrentó fuertes dificultades desde el primer momento, al estallar disensiones en la coalición gobernante y conflictos sociales protagonizados tanto por la combativa COB, por cuestiones salariales, como por los campesinos cocaleros de la región selvática del Trópico de Cochabamba, los cuales, movilizados por el sindicalista aymara Evo Morales Ayma, consideraron insuficientes las indemnizaciones que recibían por el desarraigo de sus plantaciones de coca, unas 90.000 hectáreas consideradas "excedentes" por las autoridades, dentro del programa de Banzer, el denominado Plan Dignidad, para cercenar totalmente la producción de cocaína en su origen vegetal en el año 2001. Según la Agencia para la Lucha contra la Droga (DEA) de Estados Unidos, Bolivia era en 1998 el tercer productor mundial del estupefaciente tras Colombia y Perú. El plan gubernamental aceptaba mantener una mínima cantidad de coca para cubrir las necesidades religiosas y nutricionales, como sucedáneo de alimentos más convencionales, que de sus hojas han tenido los indígenas del Altiplano durante miles de años.
A pesar de que algunas variables macroeconómicas evolucionaban aceptablemente, lo que no fue el caso del déficit fiscal y sobre todo del crecimiento, que del 4,7% registrado en 1998 cayó al 2,5% en 1999 y a un anémico 1% dos años después —tasa que fue inferior al ritmo de crecimiento de la población—, y de que en septiembre de 1998 se obtuvo de las instituciones acreedoras, el FMI y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), un acuerdo de reducción de la deuda multilateral, la incapacidad del Gobierno para atajar la pobreza extrema desembocó en un grave estallido social el 8 de abril de 2000. Aquel día, la coincidencia de una huelga general en Cochabamba contra el aumento de la tarifa del agua, dentro del plan de privatización de este bien fundamental, hasta un 300% y de un motín de policías en La Paz en demanda de mejores salarios, forzó a Banzer a declarar por 90 días el estado de sitio, el sexto desde la restauración democrática en 1982.
El 9 de abril militantes de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), siguiendo las instrucciones de su secretario ejecutivo, el aymara Felipe Quispe Huanca, desafiaron las medidas de excepción y se lanzaron al asalto de cuarteles, causando la muerte a tres militares. Los choques entre manifestantes y fuerzas de seguridad produjeron seis muertos adicionales. Banzer, para mitigar la enorme tensión, decidió paralizar el proyecto de privatización del agua de consumo en Cochabamba, cuyo carácter público y gratuidad defendían los actores sociales de la región. Aunque la situación se normalizó el 16 de abril con el retorno del Ejército a los cuarteles y el estado de sitio fue levantado el 20 de abril, el motín popular puso en cuestión la habilidad de Banzer para encarar y resolver por encima de las luchas partidistas los agudos problemas que arrastraba el país, entre los que descollaban la corrupción galopante, los crecientes desempleo y subempleo, las carencias en infraestructuras básicas y la falta de inversiones generadoras de riqueza. Según Naciones Unidas, en 2000 el producto interno per cápita de Bolivia cayó por debajo de los 1.000 dólares anuales.
Nuevas alzas en los precios de los productos básicos reprodujeron los enfrentamientos entre campesinos y fuerzas de seguridad el 4 de octubre de este conflictivo año, el cuarto de la segunda presidencia de Banzer, dentro de una gran protesta nacional que finalizó el día 6 al transigir el Gobierno en la abrogación de la Ley de Tierras y en la retirada del nuevo impuesto sobre el agua. Esta segunda ola contestataria, que dejó una decena de víctimas mortales, tuvo que ver también en parte con la destrucción de las plantaciones de coca, que avanzaba a buen ritmo. Los campesinos afectados se quejaban de que el Gobierno no ofrecía proyectos coherentes de cultivos alternativos, fundamentalmente banano y piña, mientras que las organizaciones agrarias temían la desarticulación de toda la economía de la provincia de Chapare, en el corazón del trópico cochabambino.
Para finales de 2000 ya sólo quedaban en esta zona al este de La Paz menos de 2.000 de las 37.000 hectáreas de plantaciones cocaleras que se cultivaban tres años atrás, lo que avalaba el cumplimiento de la promesa electoral del presidente, si bien la erradicación total, en la que tomaba parte personal militar de Estados Unidos, quedó pospuesta hasta agosto de 2002. Este esforzado compromiso recibió grandes alabanzas del Gobierno estadounidense, que lo presentó como un ejemplo a seguir por otros países productores de la materia prima de la cocaína.
En el plano de las relaciones exteriores, Banzer participó en las cumbres del Consejo Presidencial de la Comunidad Andina (CAN), de la que Bolivia era miembro pleno amén de fundador, y, como invitado, en varias cumbres del Mercado Común del Sur (MERCOSUR), bloque en el que Bolivia poseía el estatus de asociado y con el que estaba construyendo un área de libre comercio a raíz del Acuerdo de Complementación Económica firmado en diciembre de 1996.
5. Un mandato truncado por una enfermedad mortal
El 1 de julio de 2001, una semana después de asumir en la ciudad venezolana de Valencia la presidencia anual de turno de la CAN, y en un contexto social y político más sosegado, Banzer viajó al Centro Médico Militar Walter Reed de Washington aquejado de dolores en el pecho y allí le fue diagnosticado un cáncer de pulmón con metástasis en el hígado, según se divulgó seis días después por conductos no oficiales. El Gobierno anunció que mientras durasen los cuidados médicos de Banzer, el vicepresidente Jorge Quiroga Ramírez, joven tecnócrata perteneciente a la nueva generación de dirigentes adenistas, desempeñaría sus funciones. Esta interinidad podría dar paso a una situación permanente si el tratamiento con quimioterapia no funcionaba y empeoraba la salud del titular, que se vería incapacitado para reasumir sus funciones.
En efecto, el acelerado deterioro físico de Banzer aconsejó una pronta transferencia oficial del poder ejecutivo el 6 de agosto (la fecha tradicional de las asunciones presidenciales, en el aniversario de la declaración de independencia de España en 1825), faltando aún un año para la conclusión del mandato electoral. El 4 de agosto Banzer retornó a Santa Cruz en un avión facilitado por el Gobierno estadounidense para renunciar solemnemente a su cargo ante el Congreso. Puesto que requería de cuando en cuando la respiración asistida, los médicos le prohibieron ir a La Paz, situada a 3.600 metros sobre el nivel del mar. La dimisión se efectuó en la fecha prefijada del 6 de agosto en Sucre (la capital oficial del país, aunque el Gobierno tiene su sede en La Paz y el Congreso sesiona regularmente también allí), pero no fue efectiva hasta el día siguiente con la recepción de los atributos presidenciales y el juramento institucional de Quiroga. El protocolo se alteró para que las Fuerzas Armadas pudieran tributar un homenaje el día 7 en Santa Cruz a su antiguo comandante, que apareció visiblemente desmejorado por los efectos de la enfermedad y la quimioterapia.
A los actos no fue invitado Sánchez de Lozada —quien de todas maneras asistió—, testimoniando las pésimas relaciones mantenidas en la legislatura entre la ADN y el MNR, que había solicitado el procesamiento penal de Banzer por los crímenes políticos cometidos entre 1971 y 1978, al estilo del caso del chileno Pinochet. En aquel momento, del gobierno multipartito formado en 1997 ya sólo quedaban como socios de la ADN el MIR y la UCS: las demás formaciones habían abandonado sucesivamente el Ejecutivo por discrepancias de diversa índole con Banzer.
En su emocional discurso de despedida en la Casa de la Libertad de Sucre, El General combinó el encomio de los éxitos de su ejercicio constitucional, como habían sido la consolidación de la democracia y el proceso de Diálogo Nacional, el cual estaba integrando a la sociedad civil en la asignación de recursos económicos a los municipios, la lucha contra el narcotráfico, la remoción de la cadena de la coca de la estructura económica y la apertura del mercado del gas, con una tibia compunción por los excesos represivos perpetrados durante su ejercicio autocrático.
El orador justificó aquellas medidas porque era menester salvar al país del "totalitarismo" y el "caos", pero, en lo que parecía ser un último intento por borrar su estigma de dictador, hizo un ofrecimiento de reconciliación con estas palabras: "A ellos, a mis adversarios políticos, a los de ayer y a los de hoy, a quienes se sintieron dañados, a los que tal vez perjudiqué sin la intención de hacerlo, les ofrezco nuevamente mi mano extendida en este momento supremo para mí, en que me aparto de la primera magistratura". Entre lágrimas, Banzer se encomendó a Dios, del que esperaba una sentencia"sabia y definitiva", y declaró marcharse con el "consuelo de haber servido al país hasta el último aliento", pero lamentando "no haber concluido mi tarea". Asimismo, pidió a los poderes públicos"unidad y diálogo" para sacar a Bolivia de un panorama"económicamente difícil", y colaboración y respaldo para Quiroga. El 8 de agosto el ex presidente, que por voluntad propia continuó en la jefatura de la ADN, retornó sin dilación al hospital Walter Reed para proseguir con el tratamiento.
El 27 de febrero de 2002 una junta médica estableció que el cáncer había dado lugar a una metástasis cerebral y que cabía esperar un desenlace fatal en cuestión de semanas o incluso de días. Simultáneamente, la Corte Suprema de Bolivia denegó la solicitud de extradición de Banzer cursada el 25 de diciembre anterior por el juez federal argentino Rodolfo Canicoba Corral, quien quería interrogarle en relación con una denuncia interpuesta por los familiares de los ciudadanos argentinos desaparecidos en Bolivia durante el régimen militar de 1971-1978 dentro de la trama criminal de la Operación Cóndor. El 3 de marzo la Asamblea Nacional de la ADN eligió a Quiroga jefe nacional del partido.
El fallecimiento de Banzer se produjo el 5 de mayo de 2002, próximo a cumplir los 76 años, en la residencia familiar sita en el barrio Equipetrol de Santa Cruz de la Sierra, a causa de una parada cardio-respiratoria. Al día siguiente tuvieron lugar las honras fúnebres y el sepelio del ex presidente en la ciudad que tan estrechamente había estado ligada a su trayectoria política. El obituario del general cerró una página de la historia contemporánea de Bolivia, luego de los fallecimientos sucesivos de Max Fernández Rojas, líder de la UCS, en 1995, Guevara Arze y Siles Zuazo en 1996, Carlos Palenque Avilés, líder de Condepa, en 1997, y Paz Estenssoro y Lechín Oquendo en 2001.
Durante las exequias, a las que asistió el mandatario chileno Ricardo Lagos, el presidente Quiroga, visiblemente consternado, afirmó que el finado "sembró concertación y los bolivianos cosechamos democracia", panegírico al que se sumó en nombre del MIR Paz Zamora, quien le definió como el personaje central de "dos Bolivias distintas" y le comparó con San Pablo, ya que él también "tuvo su camino de Damasco", en el cual "fue golpeado por el rayo de la democracia". Por el contrario, la Asociación de Familiares de Desaparecidos y Mártires por la Democracia (Asofamd) lamentó que Banzer hubiera fallecido sin llegar a responder ante la justicia por todas las víctimas políticas que su primera presidencia se había cobrado.
(Cobertura informativa hasta 1/1/2007)